El Robinson urbano, de Antonio Muñoz Molina: la ciudad como espectáculo

BIBLIOGRAFÍA COMPLETA DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA, 1

El Robinson urbano. Antonio Muñoz Molina. Portada Cicutadry

El Robinson urbano fue el primer libro publicado por Antonio Muñoz Molina, en 1984. Recoge 32 artículos escritos entre mayo de 1982 y junio de 1983 que salieron a la luz en el Diario de Granada, salvo uno, que lo hizo en la revista Olvidos de Granada. De esta obra ha dicho su autor: “A mí me parece un libro demasiado juvenil y literario, pero sigue teniendo lectores, jóvenes y literarios sobre todo”.

El principio de todo

Lo imagino parado en la acera, bajo la llovizna de mayo, entumecido y ansioso, encendiéndose un nuevo cigarrillo que le infunda algo de coraje, un pequeño impulso que dirija sus pasos hacia el interior que oculta esa ventana alta que mira desde hace horas, un tiempo que mide su temor y su esperanza, la deseada cita con una realidad que aún en su mente aparece como soñada.

Lo va a atender Antonio Ramos, subdirector del Diario de Granada, un periódico que emprende su andadura justo en esas fechas, una promesa de progresismo y libertad en una ciudad de provincias que todavía se mantiene provinciana en los primeros años de la Transición democrática. El encuentro será extrañamente breve: un apretón de manos, un intercambio amable de palabras, el compromiso de publicarle un artículo semanal en las páginas del diario.

Fue el principio de todo. Nada más salir de la redacción se dirige rápidamente a su casa, se sienta ante la máquina de escribir y comienza a realizar un acto que ya le acompañará el resto de su vida. Tal vez en esos momentos recuerde que, tan solo hace unos años, tuvo que interrumpir en su comienzo la carrera de periodismo que pensaba estudiar en Madrid.

Las circunstancias lo llevaron a Granada, a la facultad de Historia, a vivir el agitado ambiente cultural de la ciudad, a trabajar como un discreto administrativo en el ayuntamiento, a casarse. Ahora ha retomado su idea de escribir en un periódico, pero ya no sueña con ser periodista: durante ese tiempo ha leído y ha asimilado mucho, se ha dejado atraer por el desconcertante influjo de la literatura, de la creación: ahora quiere ser, ante todo, escritor.

Robinson en Granada

Primer manual será el título de su primer artículo. Más tarde, cuando aparezca en forma de libro, cambiará ese título por el de Escuela de robinsones, pero su intención inicial permanece intacta. Ni siquiera es un artículo: en su párrafo inicial advierte que se trata de una crónica, la primera de muchas otras que publicará en Granada bajo el epígrafe de El Robinson urbano.

El Robinson urbano. Primer atículo. Antonio Muñoz Molina. Cicutadry
Primer artículo publicado por Antonio Muñoz Molina en Diario de Granada, el 7 de mayo de 1982

Todo está pensado desde el principio: se propone narrar el itinerario literario, reflexivo y vivencial de Antonio Muñoz Molina por las calles de la ciudad. Es cierto que se trata de un libro juvenil y literario. Tiene de juvenil la vehemencia y la frescura con las que está escrito. La literatura impregna cada uno de sus párrafos. Lo imagino de nuevo delante de la máquina de escribir, trazando cada semana la exacta geografía que entrecruza su erudición literaria y las calles de Granada, escribiendo un diario secreto de sus deseos, incontaminado aún de la fatiga y el fastidio que impone la disciplina.

En El Robinson urbano hay mucha Granada, la ciudad tomada como un espectáculo, como una fuente de luz continua para su mirada, como si fuera el decorado perfecto que ilustrara su sensibilidad literaria. La Granada de Muñoz Molina en estas crónicas es una ciudad inventada, pero también reconocible, con esa precisión de las grandes ficciones en las que las mentiras parecen verdad y la realidad parece falsa. Y para que sus palabras semanales no desmerezcan de la actualidad que exige un periódico, inventa dos personajes para que la pura inverosimilitud sea tan sospechosa que los lectores terminen por creer que esa Granada de la que habla es la viven y sufren todos los días.

Dos personajes

Aparecen en las crónicas de El Robinson Urbano de forma intermitente: uno, Robinson, une sus pasos al cronista por la ciudad; el otro, Apolodoro, es un sabio sefardí, amigo del escritor, que vive encerrado en una casa casi secreta del barrio del Albaicín. Antonio Muñoz Molina, como Robinson, es la mirada permanente, el flujo diario por el tránsito de las calles, el paseante sin rumbo que evoca un rincón olvidado, o rememora un hecho acaecido en Granada hace un tiempo, o desaprueba la ciudad perdida por la desidia o la vulgaridad de los políticos.

Apolodoro, por el contrario, posee una memoria y una mirada románticas: su carácter mágico contiene los deslumbramientos aún juveniles de Antonio Muñoz Molina, impregna sus palabras de literatura y de nostalgia. Tanto Robinson como Apolodoro están traspasados de amor por las citas literarias, por la devoción a escritores que también hicieron de su ciudad un personaje de novela. Incluso el propio Muñoz Molina se permite, en algunos artículos, escribir un pequeño relato de ficción, un cuento que contiene la dosis exacta de verosimilitud para que pueda aparecer sin causar desconcierto en las páginas de un periódico.

Antonio Muñoz Molina es un caso extraño de escritor: en lugar de empezar con la publicación de una novela y, posteriormente, llevado por el reconocimiento, ser reclamado por un periódico al amparo de un nombre conocido, comenzó escribiendo en un diario y, sólo después, publicaría su primera novela. Pero este hecho no es del todo exacto: Muñoz Molina era, ante todo, cuando empezó a escribir en el Diario de Granada, un escritor que no había encontrado aún la palabra justa para escribir el primer párrafo de una novela que había concebido hacía muchos años. Y es que los artículos de El Robinson Urbano pueden leerse como capítulos de una novela, como una narración unitaria, sólida, perfectamente diseñada por su autor para ser leída de un tirón.

La aparición de una voz narrativa

Quiero imaginar a los sorprendidos lectores de aquellas crónicas en el momento en el que aparecían en el Diario de Granada. Acostumbrados a la prosa urgente de los periódicos, aquellos cuidados párrafos de adjetivos precisos y calidad asombrosa les parecerían una mera extravagancia o una isla de exuberancia léxica. La voz narrativa de Muñoz Molina, esa forma de escribir tan personal e identificable, ya estaba formada en sus primeros artículos.

Pero no sólo era una manera de abordar la escritura: también estaba su penetrante capacidad de observación, la preocupación ética frente a las cosas, su reivindicación de la ciudadanía frente a los poderes públicos, las referencias al mundo del arte. Muñoz Molina, y Robinson, aparecen en estas páginas con una actitud de rebeldía y creatividad, de homenaje a la ciudad desde una mirada nueva, más digna, de compasión por sus víctimas, como un íntimo testimonio de la soledad de sus habitantes.

Y por otro lado, cuando el autor acompaña a su amigo Apolodoro, hay una invitación a interpretar la magia de la cotidianeidad, a descubrir esos pequeños detalles que solo la pluma de Muñoz Molina sabe encontrar. El Robinson urbano contiene un primer manual de humanidad que los lectores posteriores, los que frecuentamos sus novelas y sus artículos, hemos aprendido en la sabiduría ética de sus palabras. Los pasos de aquel andar solitario entre la gente que proponía Muñoz Molina en sus primeros artículos aún siguen dejando sus huellas en todos sus escritos.

Un libro inesperado

La historia es bien conocida por muchos lectores del escritor ubetense, pero no me resisto a repetirla. Un amigo, el poeta Pepe Gutiérrez, lo convence para que esas crónicas vean de nuevo la luz en forma de libro. La amistad se confabula para determinar el futuro de Antonio Muñoz Molina como escritor: Rafael Juárez pone a su disposición la editorial que dirige en Granada, Silene, y el pintor Juan Vida le monta la edición e ilustra la portada.

El Robinson urbano. Antonio Muñoz Molina. Primera edición pagada por el autor. Cicutadry
Primera edición de El Robinson urbano, diciembre de 1984, en la editorial Silene. Ejemplar del autor de esta reseña.

Condicionado por un incierto sentido de la vergüenza y su nula ambición, a Muñoz Molina le parece indigno que deba pagar de su bolsillo su propia obra, pero los dueños de la imprenta también son amigos y termina por convencerse. Todo parece venir rodado y a finales de 1984 se encuentra con el libro en las manos, un breve y discreto volumen que tengo ahora mismo junto a mí, en mi mesa, dedicado por el propio Antonio Muñoz Molina, que me confesó que ni siquiera él conserva un ejemplar.

Luis García Montero y Mariano Maresca escribirán reseñas sobre este libro casi secreto. José Carlos Rosales lo presenta en diciembre, y sus palabras vendrán recogidas en el número de febrero de 1985 de la revista Olvidos de Granada. En este mismo número escribe una ilustrativa reseña Justo Navarro, que por entonces aún no había publicado ninguna novela. Con palabras exactas y escogidas señala:

Antonio Muñoz Molina lo verifica: la ciudad secreta encierra el alto voltaje de una página en blanco. La exploración de la ciudad remite a la exploración del lenguaje. El merodeador que se aventura por las calles con los sentidos disponibles -de manera distraída, en estado de goce- se arriesga, sometido al galvanismo de las imágenes y los focos urbanos, al momento de la emergencia del Doble y las extravagancias.

El fabuloso epílogo

Unos meses después, un ejemplar como éste que ahora acaricio terminó inopinadamente en las manos de Pere Gimferrer, por entonces el editor más prestigioso de España. Había ido a Granada a dar una conferencia, y no él, Muñoz Molina, sino su amigo Mariano Maresca, regala el libro al poeta catalán.

El Robinson urbano, de Antonio Muñoz Molina. Fotografia año 1984 junto a Mariano Maresca y JUan Vida
Antonio Muñoz Molina en Granada, años ochenta. A la izquierda de la imagen, Mariano Maresca. A la derecha del escritor ubetense, el pintor Juan Vida

Un tiempo después Gimferrer lo llama por teléfono, desde las oficinas de Seix Barral, y le pregunta si estaba escribiendo alguna novela. Con su impecable instinto de lector avezado, Gimferrer ha descubierto en las páginas de El Robinson urbano la fuerza narrativa de aquel joven escritor de periódico que aún no conoce, que no ha visto en su vida. De una forma mágica, como si su personaje el cabalista Apolodoro pudiera intervenir en su futuro, Antonio Muñoz Molina estaba escribiendo en esos mismos momentos su primera novela, Beatus Ille. El sueño de ese inédito escritor que no quería ser nadie había encontrado su destino.

El Robinson urbano. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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