Theatricals. Henry James: Una humillante confesión de derrota

Quizás el momento más engañoso de la vida de Henry James lo podemos fijar en la noche del 26 de septiembre de 1891. En el reacondicionado Opera Comique Theatre, en el Strand de Londres, estrenaba su obra teatral El Americano con un sonoro éxito de público. Anteriormente, la pieza había sido representada en provincias y su éxito no había sido menor. Cierto es que en su debut londinense no recibió buenas críticas y que las noches siguientes no corroboraron el clamor popular del estreno, pero James no quiso o no pudo ver sus limitaciones en la escena dramática.

Así confesó sus buenos auspicios a su hermano William:

Ahora que he probado la sangre, esto es una furia (de determinación de actuar, y de triunfar por mi parte), porque siento que por fin he encontrado mi auténtica forma, que soy capaz de llevar lejos, y ante la cual el pálido arte menor de la narrativa, tal como lo he practicado, solo ha sido para mí un sustituto limitado y restringido.

Como comentamos en una reseña anterior, el teatro siempre le interesó y desde su juventud había escrito pequeñas piezas teatrales de un acto que, ante el desinterés de los productores, se vio obligado a publicar en revistas. En 1882 realizó un nuevo intento adaptando su cuento más famoso, Daisy Miller, para ser representado en los escenarios neoyorquinos. El director del Madison Square Theatre, Daniel Frohman, rechazó la obra por considerarla demasiado literaria. Como hemos visto, la adaptación de su novela El Americano le hizo albergar nuevas esperanzas.

Henry James se entregó en cuerpo y alma en los ensayos de esta obra, y estaba tan entusiasmado que en el otoño de 1890 comenzó a escribir una nueva pieza, Mrs. Vibert, en esta ocasión original y con destino a ser producida por el actor-director John Hare. La idea del novelista era que la representara Geneviève Ward, una gran actriz norteamericana que antes había triunfado en la ópera.

Como sería una constante en su carrera dramatúrgica, James tuvo que aguantar las demoras y excusas del productor, quien requerido para que se pronunciara sobre el momento del estreno, daba largas al autor repitiéndole que su obra necesitaba cortes y que su estilo era demasiado sofisticado. James hizo todo lo posible para ser aceptado, e incluso modificó el título de la obra, que pasaría a llamarse Inquilinos (Tenants).

Por algún motivo que desconocemos, James siempre consideró que la tensión dramática se lograba montando un considerable lío sentimental, tal vez por influencia de la Comédie-Française, que tanto había admirado y estudiado en París. En Inquilinos nos presenta a un militar, Norman Byng, que se enamora de Mildred, la cual se encuentra bajo la tutela del padre de Norman. Según los términos de la tutela Mildred, que ahora tiene dieciocho años, no podrá casarse hasta los veintidós. Sir Frederick le recuerda esto a su hijo y los jóvenes convienen en postergar el compromiso formal.

En este momento aparece en escena cierta Mrs. Vibert con su hijo Claude, los “inquilinos” que pasan a vivir en vecindad con los personajes citados anteriormente. Se da la casualidad de que Mrs. Vibert y sir Frederick fueron amantes tiempo atrás y que Claude es hijo de éste. La marcha de Norman a la India provoca que Mrs. Vibert trate de unir a su hijo con Mildred y, a su vez, consigue desplegar todos sus encantos para casarse con sir Frederick. Norman regresa súbitamente y se niega al matrimonio de su padre, y cuando descubre las componendas de su vecina, los dos jóvenes tienen una disputa que solo consigue arreglarse con la confesión de Mrs. Vibert acerca de la paternidad de su hijo.

Como puede comprobarse, los esfuerzos de James por “armar” un nudo dramático estaban bien lejos del teatro que estaba surgiendo en aquel tiempo, cuya escena era dominada por Ibsen, o en otro orden de cosas, por la ironía superficial de Oscar Wilde. Extrañamente, este hecho no lo advirtió James, que lejos de desalentarse con las evasivas que recibía de John Hare, se dispuso a escribir una nueva obra, Mrs. Jasper, esta vez destinada al empresario Augustin Daly, un fenómeno teatral que se había labrado una justa reputación en Broadway. Daly había anunciado que iba a construir un nuevo teatro en Leicester Square, un edificio formidable que pensó inaugurar con la obra que James le había ofrecido. El futuro no podía ser más prometedor.

Mrs. Jasper era una nueva comedia ligera, esta vez basada en un relato suyo, The Solution. La heroína epónima era una viuda que “cazaba” para su hija a un joven al que se le había ocurrido pasearse con ella más allá de lo que la decencia permitía en aquella época. Había coqueteos, amores no correspondidos y enredos suficientes como para cautivar al público, siempre y cuando el pobre punto de partida de la trama no fuera tenido en cuenta. La mayor novedad de la obra es que aparecía una cámara fotográfica en el primer acto, que producía un gran revuelo.

Si bien el argumento pareció gustar a la futura actriz principal, la talentosa Ada Rehan, la cuestión es que pronto habría de cambiar el feliz rumbo de la obra. Para empezar, el Daly Theatre no terminaba nunca de construirse por una huelga de albañiles, a lo que más tarde se sumaron las consabidas exigencias del empresario en cuanto a recortes y añadidos. Por lo pronto, a Daly le parecía que había que buscar un título con más gancho. James le ofreció dos nuevos, pero los rechazó. En plena exasperación, el autor le envió una lista con 64 títulos alternativos, pero se conoce que Daly no captó la ironía y también los rechazó todos. Finalmente se quedaron con El estilo de Mrs. Jasper, que recordaba más bien a un título de Oscar Wilde.

Cuando parecía que la cosa se encaminaba hacia un desenlace satisfactorio, James recibió de Daly una carta en que le comunicaba sorprendentemente, después de tanto tiempo, que a la obra “le faltaba trama”. Tras los arreglos correspondientes, el escritor cayó en la última trampa: lo invitaron a la lectura que se haría con los actores en el teatro, pero no le dieron ninguna oportunidad: leyeron la obra con tal desgana y desinterés que ni siquiera la mejor voluntad de James pudo hacer nada para explicar que el tono no era el correcto: había comprendido que lo estaban humillando en su propia cara. Al final, rompió relaciones con el empresario, que para mayor descaro fingió sentirse engañado por el autor.

Decepcionado con el trato recibido, decidió dar a la imprenta las dos obras rechazadas, cambiando el título de El estilo de Mrs. Jasper, por otro más jamesiano, Indiferente (Disengaged). El libro se publicó bajo el nombre de Theatricals en junio de 1894.

Pero mientras todo esto ocurría, James estaba inmerso en pleno ensayo de la que pensaba que sería la obra que le daría su definitivo reconocimiento, Guy Domville. Estaba poseído por el veneno del teatro, por el tráfago del mundo del espectáculo, por el ansia de éxito. Durante esta época escribiría dos comedias más.

La primera, El Álbum (The Album) reproduce la típica situación del anciano rico al que le aparecen dos posibles herederos, uno de ellos que lo parece por derecho propio, sir Ralph Damant, y otro, perdido hace tiempo y dado por muerto, el artista Mark Bernald. Éste, un pariente lejano, trae consigo un álbum de dibujos que a la postre será decisivo. Naturalmente, hay una joven por medio, secretaria del difunto, que se compromete al final con Mark y juntos abrazan un futuro prometedor desde el momento en que sir Ralph cede graciosamente sus derechos hereditarios.

La otra obra, El réprobo (The Reprobate) también es una comedia de situación pero con más enjundia que la anterior. Paul Doubleday es un joven que se encuentra supervisado bajo control estricto por dos estrechos guardianes, su madrastra y su co-tutor. Por lo que sabemos, Paul cometió una antigua travesura infantil y se le considera un hombre disoluto que debe ser vigilado. El matrimonio de la madrastra con el capitán Chanter añade un tercer guardián.

Después de la llegada de un antiguo amor del capitán Chanter, de una fotografía robada, unas cartas incriminatorias y un sinfín de malentendidos, resulta que el depravado Paul no lo era tanto, y todos los que estaban a su alrededor sí lo eran, aunque siempre dentro de un clima distendido y un tanto enredado.

Ninguna de estas dos comedias vio las tablas en vida de Henry James, aunque pocos años después de su muerte, en 1919, El réprobo fue representada en Londres con un cierto éxito. Así lo señala la secretaria de James, Theodora Bosanquet en su libro de memorias Henry James en el trabajo, que añade: “Nadie mejor que el autor sabía que El réprobo no era una buena obra teatral”. Ante la esperada circunstancia de no haber encontrado producción, estas dos piezas también fueron publicadas por James en un libro titulado Theatricals. Segunda serie en diciembre de 1894.

La ironía está en que lo mejor del libro no son las obras sino el prólogo que el autor escribió y que es toda una declaración de los sentimientos que vivía en aquel momento: desde el principio admite que estas piezas habían sido “concebidas y compuestas totalmente con vistas a una posible representación” para terminar reconociendo que su publicación era una “humillante confesión de derrota”.

Theatricals. Henry James. The Complete Plays of Henry James. Oxford University Press.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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