Si hubiera que definir Nocturnario de una forma sencilla, podría decirse que se trata de un libro de cuentos ilustrados. Sin embargo, tal definición sería demasiado simplista, en primer lugar, porque los textos que componen Nocturnario no son sólo cuentos, sino que hay poesías, diálogos, pequeños ensayos destinados a dar sentido a las imágenes a las que acompañan; en segundo lugar, Nocturnario no es el libro de una sola persona, sino que es un proyecto en el que se han implicado 101 autores en lengua española de ambos lados del Atlántico.
Nocturnario es mucho más que un libro, es el resultado artístico de un juego cuyas reglas fijaron dos escritores con una imaginación portentosa: Ángel Olgoso y José María Merino. Partiendo de una serie de collages realizados por Ángel Olgoso a partir de una serie de grabados, estas dos mentes privilegiadas que habitan el territorio de la fantasía más desbordante discurrieron la estrambótica idea de realizar un libro de textos basados en esas imágenes. Eso es Nocturnario: un libro de bellísimos y sugerentes collages ilustrados por textos. He ahí su principal originalidad, aunque no la única, porque este libro trasciende los que normalmente un lector busca en un libro: la calidad literaria. Nocturnario llega mucho más allá y consigue una mezcla de artes y estilos que lo convierten, por sí mismo, en un collage de collages y textos. Y todo ello, a su vez, da lugar a una pieza cuidadosamente editada y bellísima que lo eleva a la categoría de obra de arte.
En el prólogo de Nocturnario, redactado por José María Merino, conocemos la historia de cómo se gestó este libro y creo que merece la pena contarla. Todo comenzó por la afición de Ángel Olgoso a realizar collages. Para él, era una afición relajante que no le requería la concentración que se necesita para escribir. Lo que comenzó como un juego en el que sus únicas herramientas eran fotocopias de grabados antiguos, tijeras y pegamento, acabó dando lugar a collages verdaderamente sugerentes, a veces inquietantes, que nos sorprenden, nos emocionan, nos evocan con su onirismo mundos imposibles y sin embargo cercanos, es decir, nos motivan como solo son capaces de hacerlo las buenas obras de arte, lo que, por otra parte, no debe sorprendernos mucho porque Ángel Olgoso ha demostrado ser un artista de primera categoría.
Dada la amistad entre Merino y Olgoso, un día éste le enseñó los collages a aquél, y fue así como comenzaron a tramar una idea un tanto loca que, con el empeño y el genio de ambos, logró salir adelante. Se trataba de reunir textos para un número dado de ilustraciones. Decidieron que serían 101 como podrían haber sido 1001, como las noches de Sherezade, pero había que contactar con tantos autores como textos y convencerlos para participar en este juego, lo que no es nada trivial. Una vez contactados e implicados los autores, los 101 collages seleccionados se numeraron y se distribuyeron, atendiendo al orden alfabético a los diferentes autores, sin que estos tuvieran ocasión de decidir o elegir en ningún momento qué collage preferían, sino que debían crear un texto para aquel que, de forma aleatoria, les hubiese tocado. De ese modo, cada autor era retado a crear un texto a partir de un mundo que no había sido concebido por ellos, sino por Ángel Olgoso, que como él mismo explica:
«Eran imágenes tan sugestivas que no pude resistirme a experimentar con ellas, a buscar texturas oníricas, poéticas, macabras, libertinas, satíricas, legendarias. Me confortaba ese pasatiempo inocente y paciente, esa meticulosa labor de artesanía en la que esgrimía tijeras y pegamento como si de una humilde variante de la taracea granadina se tratara».
La fuerza surrealista y onírica de los grabados unida a la pluma de 101 escritores de primera línea dan lugar a un resultado espectacular con una obra colectiva única que será muy difícil de superar o incluso de igualar
Nocturnario. 101 imágenes y 101 escrituras. Ángel Olgoso. Editorial Nazarí.