Poetas de República Dominicana: Salomé Ureña

Salomé Ureña (1850-1897). República Dominicana

Retrato de Salomé Ureña

Salomé Ureña nació en Santo Domingo, y ha sido uno de los referentes culturales más importantes de la República Dominicana, siendo considerada como la poeta nacional, hasta tal punto que en su páis se instituyó el «Día del poeta» haciéndolo coincidir con el aniversario de su nacimiento, el 21 de octubre. Posiblemente su vocación poética la heredó de su padre, Nicolás Ureña, que además de educarla y cultivarla en la lectura de los clásicos y los idiomas, también cultivó la poesía.

Salomé Ureña comenzó a escribir siendo aún una adolescente y publicó sus primeras poesías cuando tan solo contaba con diecisiete años. Además de su gran capacidad intelectual y talento poético, Salomé Ureña destacó por ser una mujer comprometida que luchó por los derechos de las mujeres y por mejorar su educación. de hecho, además de poeta fue una pedagoga inovadora y, apoyada por su esposo, Francisco Henríquez y Carvajal, que llegó a ser presidente de la República Dominicana, fundó el primer centro femenino de enseñanza superior, nombrado Instituto de Señoritas, que todavía perdura en la actualidad.

Colaboró con diversos periódicos y revistas, donde publicó sus poemas, cuyas temáticas principales eran el sentimiento patrio y de identidad nacional y otros más líricos, personales y hasta familiares. salomé Ureña trató, en cualquier caso de encontrar un estilo personal basado en las raíces nacionales, huyendo de los arquetipos poéticos al uso, cuyas influencias eran principalmente de origen europeo.

Aunque su legado poético fue más bien breve, no cabe duda de que su huella en el ámbito poético es indeleble y fundamental para entender la poesía hispanoamericana. Por citar algunos de sus poemas más celebrados, nombraremos “La llegada del invierno” y “Melancolías”, de estilo lírico; “Padre mío”, “A mi hijo” y “Páginas íntimas”, con un corte más familiar e intimista; o “La fe en el porvenir” y “La gloria del progreso” con temática patriótica. Murió muy joven, con cuarenta y seis años, tras haber enfermado de tuberculosis.

El poema que hemos seleccionado para este artículo se titula “Luz” y pertenece al grupo de poemas patrióticos en los que la poeta canta a su país, al que se refiere con el poético nombre de Quisqueya, así como sus deseos de paz y de esperanza en el porvenir, ensalzando con un lirismo sublime todo el amor que Salomé Ureña sentía por la República Dominicana:

LUZ

¿Adónde el alma incierta
pretende el vuelo remontar ahora?
¿Qué rumor de otra vida la despierta?

¿Qué luz deslumbradora
inunda los espacios y reviste
de lujoso esplendor cuanto era triste?

¿La inquieta fantasía
finge otra vez en la tiniebla oscura
los destellos vivísimos del día,
lanzándose insegura,
enajenada en su delirio vago,
de un bien engañador tras el halago?

¡Ah, no! Que ya desciende
sobre Quisqueya, a iluminar las almas,
rayo de amor que el entusiasmo enciende,
y de las tristes calmas
el espíritu en ocio, ya contento,
surge a la actividad del pensamiento.

Y surge a la existencia,
al trabajo, a la paz, la Patria mía,
a la egregia conquista de la ciencia
que en inmortal porfía
los pueblos y los pueblos arrebata
y del error las nieblas desbarata.

Ayer, meditabunda,
lloré sobre tus ruinas ¡oh, Quisqueya!
toda una historia en esplendor fecunda,
al remover la huella
del arte, de la ciencia, de la gloria
allí esculpida en perennal memoria.

Y el ánimo intranquilo
llorando pregunto si nunca al suelo
donde tuvo el saber preclaro asilo
a detener su vuelo
el genio de la luz en fausto día
con promesas de triunfos volvería.

Y de esperanzas llena
temerosa aguarde, y al viento ahora,
cuando amanece fúlgida, serena,
del bienestar la aurora,
lanzo del pecho, que enajena el gozo,
las notas de mi afán y mi alborozo.

Sí, que ensancharse veo
las aulas, del saber propagadoras,
y de fama despiértase el deseo,
brindando protectoras
las ciencias sus tesoros al talento,
que inflamado en ardor corre sediento.

Ya de la patria esfera
los horizontes dilatarse miro:
el futuro sonriendo nos espera,
que en entusiasta giro,
ceñida de laurel, a la eminencia
se levanta feliz la inteligencia.

Es esa la futura
prenda de paz, de amor y de grandeza,
la que el bien de los pueblos asegura.
la base de firmeza
donde al mundo, con timbres y blasones,
se elevan prepotentes las naciones.

¡Cuántas victorias altas
el destino te guarda, Patria mía,
si con firme valor la cumbre asaltas
Escúchame y porfía;
escucha una vez más, oye ferviente
la palabra de amor que nunca miente:

yo soy la voz que canta
del polvo removiendo tus memorias,
el himno que a tus triunfos se adelanta,
el eco de tus glorias…
No desmayes, no cejes, sigue, avanza:
¡tuya del porvenir es la esperanza!

 

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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